Estrategia II - Mikhail Botvinnik - Tapa dura
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Estrategia II - Mikhail Botvinnik - Tapa dura

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Segundo tomo de la serie autobiográfica de Mikhail Botvinnik (1911-1995).

Tres veces campeón del mundo, patriarca de la escuela soviética de ajedrez y maestro de los más grandes maestros entre los que destacan Karpov y Kasparov. Considerado como gran estratega, y riguroso estudioso en la preparación de aperturas, fue y sigue siendo, una de las más grandes referencias en el mundo del ajedrez.

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PRÓLOGO DE LEONTXO GARCÍA

Espartano en la gloria

"Pedí a mi viejo amigo Ragozin que me echara el humo de sus cigarrillos a la cara mientras jugábamos partidas de entrenamiento (…). De esa manera, cuando mis rivales en los torneos hacían lo mismo (¡accidentalmente, por supuesto!) no me afectaba". Esas irónicas palabras de Botvinnik en el libro oficial del Campeonato de la URSS 1941 (fue campeón nacional por cuarta vez) dejan clara su meticulosidad en el entrenamiento, y no sólo en lo referente a la preparación de las aperturas –faceta en la que probablemente nadie le igualó hasta la irrupción en la élite de su alumno favorito, Gari Kaspárov, en los años ochenta–, sino en cualquier detalle que pudiera influir en su rendimiento deportivo. Para los lectores más jóvenes, conviene aclarar que la prohibición de fumar en los torneos de ajedrez no existió hasta finales de siglo XX.

Casado con una bailarina, y sin renunciar nunca a su carrera de ingeniero, aunque el ajedrez ocupa ya la mayor parte de su tiempo, Botvinnik se ha convertido en un firme candidato al título de Alexánder Aliojin (francés tras escaparse de la URSS), mientras la Segunda Guerra Mundial empieza a desangrar el planeta. Ello le incita a reforzar más aún su entrenamiento espartano: publica análisis exhaustivos de sus partidas para que se los critiquen y produzcan discusiones técnicas con otros grandes maestros; disputa duelos secretos (el GM holandés Jan Timman logró rescatar y publicó un centenar de esas partidas en el año 2000) con rivales muy fuertes –espe-cialmente, el citado Ragozin–, y, además del humo de los cigarrillos, lo hace con la radio puesta para adquirir la capacidad de concentrarse con ruido, y llega incluso a dormir en esa misma habitación, sin abrir previamente la ventana para ventilarla, con el fin de que su cuerpo sea capaz de funcionar en ambientes muy cargados. Presta especial atención a cómo evitar los apuros de tiempo y al análisis de partidas aplazadas, y cuida diariamente su preparación física con ejercicios gimnásticos. En el terreno específico de las aperturas, Botvinnik rechaza de cuajo las novedades de usar y tirar; busca sistemas sólidos cuyo conocimiento profundo le permita utilizarlos durante años. Tanto rigor, asombroso en aquella época, es el espejo donde se han mirado después muchos ajedrecistas profesionales para planificar su entrenamiento. Y aún hoy, a pesar de programas informáticos que calculan cientos de miles de jugadas por segundo y bases de datos con más de cinco millones de partidas (clasificadas perfectamente, desde el siglo XVI hasta nuestros días), casi todo lo que hacía Botvinnik (excluyendo especialmente lo de dormir en un ambiente irrespirable) sigue siendo muy aconsejable para quien de verdad desee progresar en el deporte mental.

Aunque su gran valedor ante el Kremlin, Kirilenko, fue ejecutado en 1938, Botvinnik (quien, curiosamente, no cita ese hecho en su autobiografía) ya había sido bendecido por el Gobierno como uno de los modelos del "nuevo hombre soviético". Dos años antes, cuando aún era muy poderoso, el comisario bolchevique aprovechó los fulgurantes éxitos de su protegido (2º, tras Capablanca en Moscú 1936; 1º, empatado con el cubano, en Nottingham 1936) para redactar una carta, firmada por Botvinnik, en la que éste dedicó el triunfo al "camarada presidente". Stalin condecoró a Botvinnik y se refirió a él durante un discurso en el Comité Central, subrayando: "Su triunfo en Nottingham contribuye al triunfo de la Revolución socialista", nada menos.

Esa preferencia del Kremlin por Botvinnik ayuda a entender lo que ocurre tras la victoria de Paul Keres en el agotador torneo AVRO 1938, el más fuerte de la historia hasta ese momento, jugado de manera itinerante por varias ciudades holandesas. Lógicamente, es Keres quien se ha ganado el derecho moral de retar al campeón Aliojin. Pero éste ya ha dicho que está dispuesto a defender el título contra aquel de sus siete rivales en el AVRO que aporte 10.000 dólares (excepto Capablanca, a quien exigía 18.000, por las pésimas relaciones entre ambos). Botvinnik, tercer clasificado, pide permiso al Kremlin, se entrevista con Aliojin y llega con él a un preacuerdo secreto, del que Salo Flohr es testigo, para que el duelo se dispute en Moscú.

Pero nunca más vuelven a verse, a pesar de que Botvinnik recibe pocos días después un telegrama firmado por Molótov (ministro de Asuntos Exteriores), pero muy probablemente dictado por Stalin: "Si decide retar a Aliojin, le deseamos un completo éxito. Todo lo demás puede ser fácilmente garantizado". Pero Botvinnik no quiere labrarse una fama de enchufado del régimen, y a ese objetivo contribuye su inapelable triunfo en el Campeonato de la URSS de 1941. "Ahora está claro quién debe jugar contra Aliojin", proclama durante la ceremonia de clausura.

La Segunda Guerra Mundial rompe las negociaciones. Exento del servicio militar por su miopía y aprovechando que el ballet Kírov (donde trabaja su esposa) ha sido destinado a Perm, Botvinnik logra que le trasladen a esa misma ciudad, en los Urales, como ingeniero. El tren sale de Leningrado el 19 de agosto de 1941; dos días después, los nazis cortan la vía. En Perm, Botvinnik se convierte en padre, y aunque escribe un libro con profundos análisis sobre el citado Campeonato, trabaja mucho en el departamento de Energía de Alto Voltaje. Le asusta que esa situación anómala pueda repercutir negativamente en su futuro ajedrecístico, y escribe a Molótov: éste ordena que tenga tres días libres a la semana para entrenarse. Un año después le trasladan a Moscú.

En su tercer decenio de vida, Botvinnik alcanza el equilibrio ideal entre lo técnico, físico y psíquico, que garantiza éxitos. Lo suyos son sonados entre 1943 y 1947, lo que le consolida como candidato indiscutible al trono de Aliojin, cuya colaboración con los nazis complica mucho las negociaciones. Por desgracia para el ajedrez, el campeón del mundo fallece en 1946, cuando se ultimaban los preparativos para un duelo en Londres.

La FIDE reacciona entonces organizando un torneo (La Haya y Moscú, 1948) a quíntuple vuelta entre cinco candidatos, que termina de forma concluyente: 1º Botvinnik, 14 puntos; 2º Smyslov, 11; 3º-4º Keres y Reshevsky, 10,5; 5º Euwe, 4. Por fin, Botvinnik es proclamado campeón del mundo.

Pero la consecución de uno de los grandes objetivos de su vida origina que aumente la dedicación a la ingeniería, tal vez porque su motivación deportiva ya está en declive, tras haber mostrado sus méritos sobradamente. Después de lograr el doctorado, defiende el título en 1951 ante David Bronstein, quien le hace sufrir lo indecible. "Si Bronstein hubiese tenido una técnica más depurada en los finales de partida, me habría ganado", reconoce el campeón, que mantiene el título con cinco victorias, cinco derrotas y catorce empates.

Botvinnik tampoco logra ganar al nuevo candidato, Smyslov, en 1954 (siete victorias por bando y diez tablas), pero vuelve a ser beneficiado por la cláusula que favorece al campeón en caso de empate. Sus resultados ya no deslumbran, aunque gana a Mark Taimánov en el encuentro de desempate del Campeonato de la URSS de 1952, y logra el primer puesto, igualado a puntos con Smyslov, en Moscú 1956.

Sin embargo, Mijaíl Moiséievich iba a seguir escribiendo importantes páginas de la historia del ajedrez durante muchos años más.

Leontxo García, Octubre de 2010

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Ficha técnica

Editorial
La Casa del Ajedrez
Fecha de edición
15 de Junio de 2010
ISBN
2108492517179
Peso
400 gr
Temática
Biografías y partidas

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